Tabla de Posiciones:
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Es desastroso descubrir, como dice Emerson en algún lugar, el hecho de que existimos. Quiero decir, es desastroso cuando en lugar de simplemente atender a una rosa, nos vemos obligados a pensar en nosotros mirando a una rosa, con un determinado tipo de mente y un determinado tipo de Ojos. Es desastroso porque, si no se tiene sumo cuidado, el color de la rosa resulta atribuido a nuestros nervios ópticos y su olor a nuestras narices, y al fin no queda nada de la rosa misma. Los filósofos profesionales han estado ocupados de este oscurecimiento durante dos siglos, y el mundo no les ha prestado mucha atención. Pero el mismo desastre está ocurriendo ahora a un nivel que todos podemos comprender. Recientemente hemos 'descubierto que existimos' en dos nuevos sentidos. Los freudianos han descubierto que existimos como un atado de complejos. Los marxistas han descubierto que existimos como miembros de una clase económica. En los viejos tiempos se suponía que si algo resultaba obviamente evidente a unas cien personas, entonces probablemente era en verdad cierto. Hoy en día el freudiano te enviará a analizar a los cien: descubrirás que todos consideran a Elizabeth I una gran reina porque todos tienen un complejo en relación a su propia madre. Sus ideas están ‘psicológicamente teñidas’ desde el origen. Y el marxista te sugerirá examinar los intereses económicos de los cien; verás que todos aprecian la libertad porque son miembros de la burguesía cuya prosperidad es aumentada por una política de laissezfaire. Sus ideas están 'ideológicamente teñidas' desde el origen. Ahora bien, esto es obviamente muy divertido; pero no siempre se nota que hay una cuenta que pagar por ello. Existen dos preguntas que deben ser hechas a la gente que hace este tipo de afirtnaciones. La primera es si acaso todas, las ideas están de este modo teñidas desde el origen o sólo agunas. La segunda es si esto invalida a la idea teñida -en el sentido de volverla falsa- o no. Sí nos responden que todas las ideas están de este modo contaminadas, entonces, por supuesto, tendremos que recordarles que el freudianismo y el marxismo son sistemas de pensamiento del mismo modo como lo pueden ser la teología cristiana o el idealismo filosófico. El freudiano y el marxista están en la misma embarcación que el resto de nosotros, y no pueden criticamos desde afuera. Han aserrado la rama en la cual estaban sentados. Si, por otra parte, nos responden que la teiñidura no tiene por qué invalidar sus propias ideas, entonces tampoco tiene por qué invalidar las nuestras. En este caso no sólo han salvado su propia rama, sino la nuestra juntamente. El único camino que pueden seguir es el de afirmar que algunos pensamientos están teñidos y otros no lo están -lo que tiene la ventaja (si freudianos y marxistas lo consideran una ventaja) de ser lo que todo hombre sensato siempre ha pensado. Pero si esto es así, entonces debemos preguntarnos cómo descubrir qué ideas están teñidas y cuáles no. No es de ningún provecho decir que están teñidas aquéllas que el pensador secretamente desea. Algunas de las cosas que me gustaría que fueran ciertas deben en efecto ser ciertas; es imposible construir un universo que se oponga a los deseos de todos, bajo todo respecto y en cada momento. Supongamos que yo creo tener, tras hacer algunos cálculos, una suma considerable de dinero en el banco. Y supongamos que tú quieres descubrir si acaso esta conclusión mía sólo se debe a mi deseo de tener tal suma. Nunca podrías llegar a tal conclusión estudiando mi condición psicológica. La única manera de averiguarlo es que te sientes y hagas los cálculos correspondientes. Sólo cuando hayas hecho esto, sabrás si lo que digo corresponde a la verdad. Si mis cálculos fueron correctos, ningún fanfarroneo en tomo a mis condiciones psicológicas puede ser algo más que una pérdida de tiempo. Si en cambio, mis cálculos eran falsos, entonces puede resultar interesante explicar psicológicamente cómo llegué a ser tan malo en aritmética, y la idea del deseo oculto puede tomarse relevante -pero sólo después de haber hecho tú mismo los cálculos y demostrado, en base a criterios puramente matemáticos, que estoy equivocado. Y lo mismo acontece con toda idea y todo sistema de pensamiento. Si intentas demostrar quién está equivocado especulando sobre las intenciones ocultas de los pensadores, sólo estás haciendo el ridículo. Primero debes mostrar en términos meramente lógicos quién de ellos tiene posiciones insostenibles. Después, si te interesa, ve y descubre las causas psicológicas del error. En otros términos, tienes que demostrar el hecho de que un hombre está equivocado, antes de empezar a demostrar por qué está equivocado. El método moderno es asumir sin discusión el hecho de que un hombre está equivocado para luego distraer nuestra atención desde eso (que es la única cuestión importante) para explicar rápidamente cómo llegó a ser tan necio. En el curso de los últimos quince años he encontrado este vicio en tantas ocasiones que he tenido que inventarle un nombre. Lo llamo bulverismo. Algún día escribiré la biografía de su imaginario inventor, Ezekiel Bulver, cuyo destino se vio determinado a la edad de cinco años cuando escuchó a su madre decir a su padre -quien estaba sosteniendo que dos lados de un triángulo son juntos más largos que el tercer lado- 'bueno, tú dices eso porque eres hombre'. 'En ese momento', asegura E. Bulver, 'cruzó mi mente la gran verdad de que la refutación no es parte necesaria del argumento. Sólo debes suponer que tu contrincante está equivocado, luego explicar la causa de su error, y el mundo estará a tus pies. Intenta demostrar que está equivocado o (peor aún) intenta descubrir si está en lo cierto o en el error, y el dinamismo nacional de nuestra época te arrojará contra la pared'. Así es como Bulver se transformó en uno de los padres fundadores del siglo XX. Veo los frutos de este descubrimiento en todas partes. Así es como veo mi religión rechazada con el siguiente argumento: 'el cómodo párroco tenía todo tipo de razones para convencer al obrero del siglo XIX de que su pobreza sería recompensada en otro mundo'. Pues bien, seguramente las tenía. Si suponemos que el cristianismo es un error, puedo imaginar perfectamente que algunos todavía encontrarían algún motivo para inculcarlo. Lo comprendo tan claramente que, desde luego, puedo jugar el mismo juego al revés, diciendo que 'el hombre moderno tiene todo tipo de razones para intentar convencerse a sí mismo de que no hay sanciones eternas detrás de la moralidad que está rechazando'. Porque el bulverismo es un juego verdaderamentedemocrático,enelsentidodequepuedeserjugadoportodosdurantetodoel . día, y no otorga ningún privilegio a la pequeña y ofensiva minoría pensante. Pero desde luego no nos permite acercarnos un centímetro a resolver la cuestión de si efectivamente la religión cristiana es verdadera o falsa. Eso queda aún por discutir en términos muy distintos, en base a argumentos históricos y filosóficos. Lleguemos a la conclusión que lleguemos, los motivos impropios de alguna gente para creer en el cristianismo o rechazarlo, no resultan ningún aporte. Veo también al bulverismo funcionar en todo argumento político. Los capitalistas deben ser malos economistas porque ya sabemos por qué quieren el capitalismo, e igualmente los comunistas deben ser malos economistas porque ya sabemos por qué quieren el comunismo. De este modo, bulveristas a ambos lados. En realidad, desde luego, o bien las doctrinas capitalistas están erradas, o bien las doctrinas comunistas, o ambas; pero sólo puedes llegar a la conclusión razonando -jamás siendo rudo sobre la psicología de tu contrincante. Hasta que el bulverismo sea aniquilado, la razón humana no podrá desempeñar un papel efectivo en los asuntos humanos. Cada bando lo toma tempranamente como arma contra el otro; pero entretanto la razón misma se ve desacreditada. ¿Y por qué no debe ser desacreditada? Sería fácil responder que basta con ver la actual condición del mundo, pero la respuesta es todavía más inmediata. Las fuerzas que intentan desacreditarla dependen ellas mismas de la razón. Tienes que razonar incluso para bulverizar. Estás intentando probar que todas las pruebas son inválidas. Si fallas, fallas. Pero si triunfas, fallas más aún -porque la prueba de que todas las pruebas son inválidas tiene que ser ella misma inválida. La alternativa es entonces entre mera idiotez autocontradictoria o una tenaz confianza en nuestra posibilidad de razonar, sostenida de cara a toda la evidencia que los bulveristas puedan mostrar sobre una 'teñidura' en tal o cual hombre pensante. Estoy dispuesto a aceptar que dicha fe en la razón tiene algo de trascendental o místico. ¿Y qué? ¿Preferirías ser un lunático a ser un místico? |