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La pasión de C. S. Lewis El autor de Las crónicas de Narnia fue tal vez el mayor de los escritores cristianos del siglo XX. El irlandés Clive Staples (C. S.) Lewis (1898-1963) es tal vez más conocido por la creación de sus siete novelas de fantasía infantil que conforman Las crónicas de Narnia. Pero este genio trascendió los parámetros de lo infantil. Como profesor, primero en Oxford y luego en Cambridge, Lewis produjo una plétora de obras, desde libros, poemas y cartas hasta literatura y tratados filosóficos, los cuales contribuyeron a su popularidad perdurable. Muchos de sus escritos sobre la fe cristiana han generado un profundo impacto en el pensamiento religioso que, tan temprano como en el 1947, apareció en la portada de la revista Time, donde fue ceremoniosamente denominado como “uno de los oradores más influyentes del cristianismo en el mundo del habla anglosajón”. Sin embargo, Lewis no dio señales en sus primeros años de que algún día pudiese obtener tal elogio. Aunque de niño asistía a la iglesia con regularidad, se hallaba disgustado por “la resequedad” que el cristianismo allí le ofrecía. Mientras era adolescente, abandonó la fe que tenía desde niño y se declaró ateo. Su posterior conversión fue una mediocre y sucedió en dos etapas. La primera conllevó hacer un salto del ateismo al teísmo. Dos años más tarde, en 1931, un tiempo después de entablar una larga conversación acerca del cristianismo con amigos cercanos y sus colegas J. R. R. Tolkien y Hugo Dyson, Lewis discretamente pasó a la siguiente etapa: creer en Cristo. Él describe el evento en su obra autobiográfica Surprised by Joy (Sorprendido por el gozo) de la siguiente manera: “Cuando nosotros [él y su hermano, Warren] salimos [para el zoológico], yo no creía que Jesucristo es el Hijo de Dios, y cuando llegamos al zoológico sí lo creí”. No hubo una experiencia de visitación celestial ni nada como lo ocurrido en el camino a Damasco. “Fue más como cuando un hombre, después de tener unas largas siestas, aún en cama y sin moverse, se percata que ya está despierto”, escribió Lewis. Tan sutil como pudo haber sido el evento en sí, el cambio que efectuó en Lewis fue dramático. Además de desarrollar una intensa vida de devoción, se entregó a su trabajo como profesor en Magdalen College, Oxford y lo más importante- a sus escritos. Produjo no sólo obras cultas en la literatura inglesa, sino también novelas de fantasía y libros sobre apologética cristiana. La pasión de Lewis y de su ingenio era su impulso a reconciliar el razonamiento con la creatividad de la imaginación, y quizás esa calidad más que ninguna otra es la que haya ganado más popularidad a través de los años. A pesar de sus tratados estrictamente teológicos como “El problema del dolor” (1940), “Milagros” (1947) y “Mero cristianismo” (1952), los cuales le dieron fama de articulado partidario del cristianismo, fue “Cartas del diablo a su sobrino”, la fábula sobre la tentación y la fe, la que primero lo catapultó a la fama y causó que su voz fuese escuchada; una voz que 40 años después de su muerte, continúa influyendo en los cristianos y no cristianos de todo el mundo una pasión por Cristo. Maureen D. Eha Fuente: VidaCristiana |